viernes, 31 de mayo de 2013

Jorge Fernández-Bermejo Rodríguez - Atticus

                                         

Fast Love


-          ¡Doble de queso con bacon! Espabila, macho, que nos dan las uvas.
Maldito “descerebrao”, se cree el rey del mambo por servir mesas. Hoy es un día chungo, joder, no me ha “dao” tiempo ni de hablar con Ana.
-          A ver, capullo, “Ensalada wopi-wopi con extra de mayonesa” para la tres.
-          ¡Ya lo veo en las notas, subnormal!
Si la que quiero que me hable es ella, desde que llegó ni ha levantado la mirada, y ayer la noté muy seria conmigo. Estoy nervioso, lo confieso, pero ahora no podemos parar.
“Patatas fritas con salsa barbacoa”. Esta es su letra, es tan bonita como ella. Pero ya no me pone “smiles”, ni corazoncitos u otras tonterías, creo que se acabó todo.

Joder, las nueve, Ana ya se habrá ido, y no hemos cruzado palabra. Espera, una nota, ¡qué pondrá!...,¡Bien, bien, bien!, no dormiré solo esta noche.

Indicar que a esta fotografía del microrrelato tuneado le falta su envoltorío, una caja de pizzas para llevar.


     Jorge Fernández-Bermejo Rodríguez      The way to inn is free

jueves, 30 de mayo de 2013

Francesc Barberá

                                                         Ilustración de Riki Blanco

Microtuneado


Se conocieron en un laberinto. Desde entonces están deseando salir juntos.



              Francesc Barberá       Microrretales

miércoles, 29 de mayo de 2013

Ernesto Ortega



Desintoxicación


El médico me prohibió leer. Cogió un bolígrafo y anotó algo sobre el cuaderno. Le hubiese quitado el boli allí mismo. Apreté los puños por debajo de la mesa y mentí: quiero dejarlo. De momento, no iban a internarme, pero debía olvidarme de los libros. Si no lograba vencer la enfermedad tendrían que meterme en esa clínica tan prestigiosa. Me hicieron pasar a una sala mientras el médico hablaba con mis padres. Al llegar a casa, tiraron los libros que tenía escondidos debajo de la cama y dieron mi nombre en las pocas librerías y bibliotecas que quedaban abiertas para que me prohibiesen la entrada. Nunca me dejaban solo. Les engañaba. Me encerraba en el baño y leía la composición de los champús o les acompañaba al supermercado y me paraba en la sección de congelados a repasar los ingredientes. Pero me sabía a poco. Empecé a robar. En el metro miraba de reojo al viajero de al lado y me hacía con nombres y adjetivos del periódico que estaba leyendo. Pillé un verbo transitivo de una carta del banco que sustraje del buzón del vecino. Conseguí dos preposiciones en un carnet de identidad y algunos adverbios, aunque terminados en mente, en un folleto que me dieron en la calle. Cuando asalté una biblioteca, me internaron. El día que entré en la clínica, vi salir al gran Manu Espada. Había engordado y no llevaba ese pelo engominado que le caracterizaba. Tenía mejor aspecto. En mi grupo de terapia, reconocí a Lola Sanabria y a Ana Vidal, entre otros. Pronto descubrí el mercado negro. Al apagar las luces de las habitaciones, nos reuníamos en los baños y traficábamos con palabras. Cambiábamos adverbios por preposiciones y dábamos nuestra alma por encontrar a quien tuviese el adjetivo perfecto. Por la noche componíamos microrrelatos, los memorizábamos y al día siguiente, a la hora del paseo, lejos de los ojos de los enfermeros que se distraían con la televisión, nos los recitábamos unos a otros. Cuando salí, todos pensaban que me había curado. 




                   Ernesto Ortega   La toalla del boxeador

martes, 28 de mayo de 2013

Marta López Cuartero - Claudia Ravello



Menú

Desvísteme como quien pela una cebolla. Poco a poco, capa a capa, dejando que las lágrimas recorran las mejillas y muestren la emoción del primer contacto.
Usa el cuchillo solo para cortarme el aliento y tus papilas gustativas se estimularán. La saliva hará de ligazón entre mi sabor caramelizado y tu deseo. 
Sazóname con sal, pimienta y ajedrea. Sacados los primeros jugos, continúa con el marinado. Unta los dedos en aceite de romero y albahaca, recorre dunas, montículos, ángulos, cortados y cuevas; hasta que la temperatura suba a punto de ebullición y el color de la carne adquiera una tonalidad rosada. Prueba entonces la textura: ha de ser melosa y tierna. 
A fuego lento déjame pochar en la cazuela y una vez dorada bate los huevos y junto con el majado de mis lonchas de jamón, salsea al pil-pil emulsionando en tibio el líquido gelatinoso, rehogando los grumos en los que se habrán convertido mis gritos de placer .
Alcanzado el cielo, no olvides aderezarme entera: con enebro, clavo, nuez moscada y ternura. Mucha ternura.
Soy bocado de dioses. Pruébame si tienes dudas. Repetirás.


lunes, 27 de mayo de 2013

Marina de la Fuente - Acuática

(Foto cortesía Acuática)

Quiromantes


Todos coinciden en que es un milagro que siga vivo. Los médicos atribuyen el mérito a los fármacos experimentales que le están suministrando. La madre del joven cree que si su hijo aún no ha muerto es gracias a las decenas de oraciones que reza diariamente junto a su lecho. El padre, por otro lado, defiende que sin sus sesiones de reiki ni sus infusiones de hierbas su primogénito no estaría respirando ahora. Sin embargo, son sus hermanos pequeños los que, desobedeciendo las órdenes de los adultos, se cuelan por la noche en su cuarto para repasarle con rotuladores las líneas de la mano; especialmente ésa que se desdibuja cada día con el paso de las horas.
(Foto cortesía Acuática)


Marina de la Fuente (Acuática)     No me vengas con historias