Cuento
atrapado
Mientras los relojes de cuco en
el valle se desgañitaban para decir que llegaba la hora fatídica, el cielo, que
era un borrón, no soltaba prenda. Los cervatillos se volvían todo corazón y el
pecho les temblaba inexperto, con galope. Gnomos, elfos y ninfas corrían de
puntillas hasta los lagos y se sumergían temerosos a esconderse entre los
nenúfares. Aunque el bosque hermético no dejaba pasar ni una gota de aire, los
abetos con una tristeza pesada, esclavos de sus raíces, apartaban las ramas
para abrirles camino. Hänsel observaba preocupado la quietud de los parajes,
Gretel, ingenua, recogía arándanos. Vestida de harapos, segura de su empresa la
bruja atravesaba la selva negra, contoneándose por las veredas, embriagada por
el olor de la carne humana.
Mei Morán - Mei Morán
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