Detectores de cajas de grasa
calientes
No hace falta que me toque.
Tampoco que esté muy cerca. Basta con tenerme al alcance de su mirada para
saber hasta dónde he llegado. Así pues, el registrador se encuentra en el
interior de sus ojos profundos como mina de hulla. El captador orilla mi falda,
tal vez el desfiladero acuoso que se pierde en mi escote, o quizá esté en el
engorde azulón de venas palpitando en mis sienes. Él hace sus cálculos,
se divierte mientras yo siento que de un momento a otro voy a quedar fundida a
la silla, al suelo, a la barra donde apoyo mi mano. Y cuando me desabrocho la
blusa empapada y agito mi pelo con el aire del abanico, entonces viene a mí sin
prisas, se pega a mi cuerpo, y los dos nos enredamos en un vaivén salvaje de
locomotora descarrilando hasta entrar en el vértigo del despeñadero. Después,
la muerte súbita.
Lola Sanabria - Lola Sanabria
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